Una herramienta, un ritual, un reinicio: por qué vale la pena dedicarle tiempo al gua sha.
Hay herramientas de belleza que pruebas una vez y te olvidas de ellas, y luego está el gua sha, al que siempre volverás. Quizás sea por el efecto modelador, quizás sea por el ritual, quizás sean los cinco minutos de tranquilidad que pasas contigo misma.
Y ya no es solo para la línea de la mandíbula. El gua sha, la práctica (no solo la herramienta), se ha extendido por todo el cuerpo, hasta los hombros, los brazos, los muslos... en realidad, a cualquier parte donde acumules tensión.
El gua sha facial suele acaparar toda la atención por sus propiedades reafirmantes, descongestionantes y revitalizantes. Pero si aplicas esa misma presión suave y ese ritmo lento al resto del cuerpo, empezarás a comprender por qué es mucho más que un simple paso en tu rutina de cuidado de la piel.
Las herramientas de gua sha para el cuerpo suelen ser un poco más grandes, con curvas y bordes más profundos, diseñadas para moverse a lo largo de grupos musculares más grandes. No es exactamente un entrenamiento, pero es ese pequeño cuidado del que te alegrarás después de hacerlo.
¿Lo mejor? No es complicado. Sin aplicaciones, sin cargadores, sin algoritmos. Solo una herramienta sólida, un poco de aceite y la decisión de dedicarte tiempo a ti misma.
Unos minutos de calma, un descanso del scroll y algo que realmente sienta bien, en tu piel y en tu día.